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La intimidación correísta continúa…

  • mh
    20 de agosto de 2019

Redacción MilHojas
El día jueves ocho de agosto de 2019 alrededor de la medianoche Martha Roldós y unos amigos se detuvieron para servirse algo en la Aurora, un bar restaurante de la Ciudadela La Floresta que abre en la noche. Regresaban de la fiesta de bodas de Pamela Troya y Gabriela Cordero en el Valle de los Chillos. Cuando llegaron subieron a la primera planta donde había música en vivo y se sentaron en una mesa en la parte de atrás del local. Después de un rato de estar ahí, un grupo de personas que estaban sentadas en varias mesas al pie del escenario se percataron de la presencia de Martha Roldós. Eran correístas y empezaron a gritar consignas en contra de Roldós y sus acompañantes.  El incidente duró pocos minutos, no tuvo mayor eco pues los agredidos no se dieron por aludidos ni contestaron la provocación.  Roldós señala que se notaba que quienes gritaban habían bebido mucho.
Pocas horas antes del incidente, la jueza Diana Camacho había aceptado el pedido de la Fiscal Diana Salazar de imputar a Rafael Correa y otros involucrados en el caso Arroz Verde, ordenando además su prisión preventiva. El caso Arroz Verde fue el resultado de una investigación de los periodistas Fernando Villavicencio y Christian Zurita.  La investigación fue publicada por los portales La Fuente y Mil Hojas.  Martha Roldós hace años está en la larga lista de personas non gratas del correísmo y es la Directora Ejecutiva de Fundación Mil Hojas.  Dos días antes, la bancada de la Revolución Ciudadana, integrada por asambleístas leales al expresidente Correa, abandonó el pleno de la Asamblea el momento en que Martha Roldós iba a recibir a nombre de su familia la condecoración póstuma que la Asamblea Nacional otorgó a su padre, el Presidente Jaime Roldós Aguilera por los cuarenta años de retorno a la democracia.

Roldós y sus amigos se retiraron del local cuando terminaron su consumo media hora después. Al parecer quienes los increparon ya se habían ido. Sin embargo, al bajar y salir del local se dieron cuenta de que un grupo de ellos (cinco o seis) estaba en la esquina esperándolos y al verlos, tomaron fotos del carro en el que se embarcaron.  Ese hecho llevó a que Javier Acuña, quien conducía el carro comentara que para evitar problemas era mejor ir a dejar primero a los otros acompañantes a que el domicilio de Roldós estaba apenas a una cuadra.
El recorrido les tomó alrededor de una hora pues uno de sus acompañantes vivía en Llano Chico. Cuando volvieron al rededor de las 2 de la mañana a La Floresta, tomó la calle Madrid desde el redondel donde está ubicada La Aurora para finalmente dejar a Martha Roldós, se formó una cadena humana bloqueándole el paso a pocos metros de su destino.  Acuña pudo contar 8 individuos jóvenes, seis hombres y dos mujeres que cuando vieron que el carro se acercaba se pararon uno junto a otro con los pies separados a la altura de los hombros, la espalda erguida, los brazos a los lados del cuerpo, la mirada al frente en dirección a donde venía el carro. Ubicados  de vereda a vereda, en una ciudad dormida. Acuña reconoció entre ellos a dos de los correístas que les gritaron el bar restaurante Aurora.
Tuvo pocos segundos para reaccionar. Dice  que puso las luces altas, se fue hacia el costado de la calle dos tipos se subieran a la vereda dándole paso y aceleró. Roldós recuerda la mirada de varios de ellos fija en ella y luego dejarlos atrás. La ciudad estaba desierta y tomaron algunos desvíos chequeando si los seguían. Decidieron que era mejor no arriesgarse a regresar.  Después de todo ya los habían esperado más de unas hora en la madrugada.  No sabían si los iban a seguir esperando o qué más planeaban hacer.  Sin poder regresar a su residencia esa noche, Roldós debió quedarse donde unos amigos.  Al día siguiente regresó para recoger unas cosas  para quedarse con otra amiga hasta regresar a Guayaquil.
Este lunes 19 de agosto, mediante abogado, Roldós presentó en la Fiscalía de Pichincha denuncia por intimidación.
Según ella su primera reacción fue dejar ahí el episodio, pero reflexionó que  mientras lo que pasó en el bar no fue premeditado.  Lo que sucedió en la calle Madrid sí lo fue.  “Ya había pasado más de una hora del otro incidente.  La intención fue intimidatoria.  ¿Qué hubiera sucedido si nos hubiéramos estacionado? ¿O si yo hubiera descendido del auto y hubiera intentado entrar al edificio? ¿Cuál era la intención de quienes esperaron más de una hora en una calle solitaria a que yo llegara a mi casa?  Y la pregunta evidente después de un acto premeditado: ¿Qué van a hacer después?  En eso reside la intimidación.  Es la capacidad de hacerte saber que en un momento estás a su merced y que tu integridad corre riesgo.”
Más allá de su seguridad personal, a Roldós le preocupa que de no denunciarse esta situación de agresiones y actos de intimidación pueda escalar y dirigirse también a sus compañeros de trabajo quienes investigaron y publicaron el caso arroz verde y su secuela.