El coronavirus agarró a la ciudad con las defensas bajas y fue la víctima más fácil de la enfermedad en todo el mundo, de acuerdo al incremento porcentual de sus muertos. Por delante de Nueva York, Madrid, Milan y Wuhan. Fue un coctel explosivo de factores: migración, dengue, corrupción, política… todo lo que tenía que pasar, pasó en Guayaquil y los efectos fueron devastadores. Entre marzo y abril son más de 10.000 fallecidos. Esta verdad terrible y brutal que nosotros la sentíamos, la sabíamos, para el poder era fake news.
El 4 de abril cayó sábado. Era el día 19 de la cuarentena declarada en Ecuador y esa semana en particular tenía señales claras de que la tragedia estaba golpeando con fuerza los hogares de los guayaquileños. Eran los días en que, al hacer las filas para entrar a los supermercados, la conversación que se escuchaba entre amigos era respecto a los fallecidos conocidos que cayeron por el Covid19 en las últimas horas.
-Anoche murió José. Era un hombre joven, no tenía más de 45.
-Y también el suegro de mi hija. Fue fulminante.
¿Te enteraste lo de la pobre Esther? Con voz alta ponía al tanto de otra desgracia, una mujer por teléfono ubicada más adelante.
En torno a eso giraban los diálogos en Guayaquil. En enterarse de quien había fallecido. Las causas nadie preguntaba, porque ya se suponían. El coronavirus estaba dando sus golpes más fuertes. Y eso se sentía por esos días en las calles, en donde las personas no contestaban preguntas de extraños y muchos ya preferían el silencio. Cosa bastante rara en una ciudad acostumbrada a los gritos, al hablar fuerte y claro casi como un signo de la raza guayaca.
La mayor tragedia en 500 años.
Ese 4 de abril ha quedado marcado como el día récord de la muerte en toda la historia de Guayaquil y la provincia del Guayas, porque 677 personas no pudieron más con la enfermedad. De estos, más de 600 únicamente en Guayaquil.
No existen registros de una tragedia de igual magnitud en los casi 500 años que lleva la ciudad llamándose Guayaquil. Ni los incendios, ni los piratas, ni las epidemias del siglo XVII y XVIII, trajeron tanta muerte junta en apenas 24 horas.
Pero la fecha solo es un detalle para el registro porque la realidad en conjunto se multiplicó hasta llegar al 30 de abril a una cifra que suena irreal: más de 10.000 padres, madres, hijos, hermanos, ricos y pobres, gerentes y obreros, trabajadores y desempleados, o sencillamente hombres y mujeres que todavía tenían una vida por delante, 10.000 de ellos murieron en los meses de marzo y abril de este año 2020 como el efecto mortal de la pandemia del coronavirus en esta zona bautizada sin acta como el Gran Guayaquil y que incluye a Durán, Daule y Samborondón, eternos vecinos y ahora hermanos en el dolor.
La cifra es la más alta que se pueda encontrar en los archivos, pero es estrictamente apegada a la realidad de las inscripciones de defunciones que trae el Registro Civil del Ecuador. Y estremece más cuando se compara con Wuhan, la cuna de la epidemia en China, que registra 3869 fallecimientos por Covid-19 hasta la fecha.
O con Brasil, que, con 210 millones de habitantes, hasta fines de abril contó 5901 muertos, siendo Sao Paulo la ciudad más afectada. Inclusive con Nueva York, que teniendo más muertos, su incremento de mortalidad es del 341% frente al 485% que registra Guayas, incluida Guayaquil, ubicándose con esa cifra como la urbe más golpeada por el coronavirus en el mundo. Hasta ahora y tomando como base las estadísticas de marzo y abril.
La pregunta es: ¿Por qué Guayaquil? Y la respuesta es por una serie de factores.
Los retornados
La migración nos jugó en contra. Y la casualidad hizo que justo en un mes de vacaciones para toda la Costa, febrero, el virus aterrizó en el país adentro de los cuerpos de algunos de los miles de viajeros que arribaron por el aeropuerto José Joaquín de Olmedo. Y no fue precisamente el 14 de febrero, con la tantas veces mencionada y publicada en redes Paciente Cero, la señora migrante de Babahoyo que llegó de España y tuvo las típicas recepciones sociales de bienvenida, como es la costumbre. Pero la Paciente Cero no fue la responsable de la expansión del virus en Guayaquil.
Luis Sarrazín, ex ministro de Salud y parte del equipo de expertos conformado por el municipio de Guayaquil tiene una certeza: el brote de coronavirus en Guayaquil se originó en Samborondón.
Y lo explica en que muchos de sus habitantes de clase alta y media alta, habían regresado de sus vacaciones en Europa y Estados Unidos. Algunos de ellos, contagiados. Luego participaron en eventos sociales y otras actividades en donde diseminaron el virus, tanto entre invitados como entre empleados. “Debido al desorden completo de sus habitantes se diseminó la pandemia de una forma rápida”, dijo Sarrazín.
Esto lo confirma el gobernador del Guayas, Pedro Duart, quien indicó que muchos ciudadanos de Samborondón “continuaron haciendo lo que les daba la gana y no acataron las medidas cuando ya fue decretada la pandemia”.
Y es que la entrada del coronavirus por el aeropuerto Olmedo fue libre. Tanto, que los infaltables bromistas de las redes hicieron un meme del solitario empleado sanitario a quien el Ministerio de Salud le puso una escuálida mesa de control a la salida del aeropuerto.
“Nos fallaste flaco”, decía el chiste. Gracioso y todo, la imagen era un reflejo de la precariedad del cerco epidemiológico que se intentaba aplicar esos días con un flujo intenso de viajeros retornados. Casi nada.
El dichoso control epidemiológico resultó un espejismo, dice el periodista Cristian Zurita. “Mientras funcionarios armaban un discurso técnico sobre el cerco que rodeaba a la paciente cero, a Guayaquil entraban centenas de personas de todas las latitudes del mundo”.
En realidad, miles, según el matemático Fernando Sandoya quien maneja la cifra de 24.249 personas que arribaron al país desde España, Italia y de Estados Unidos solo en la primera quincena de febrero. La mayoría, 18.135, desde Estados Unidos. “Los viajeros diseminaron el mal, mientras las autoridades vigilaban su propia burbuja”, resume Zurita.
Algo que complementa el médico salubrista Esteban Ortiz. “Con la llegada de los migrantes, eso implicaba una reunión social, la bienvenida. Eso es una tradición”, lo que propagó a una velocidad inusitada el virus y determinó que en apenas quince días o tres semanas el nivel de contagio haya llegado a picos no calculados por nadie.
Y eso explicaría, por ejemplo, el bajísimo nivel de la enfermedad que sufre Venezuela, para sorpresa de todos. “Venezuela ya estaba bloqueado, con sus vuelos reducidos, líneas aéreas que ya no llegaban y un turismo casi en cero. Les benefició que el flujo migratorio estaba prácticamente detenido”, explica el matemático Fernando Sandoya.
El dengue. Un virus nuevo cayó en tierra con un virus viejo
La primera noticia al respecto al dengue nos llegó desde Londres, en una publicación de la BBC: «La pandemia de covid-19 llega a América Latina cuando otras epidemias y brotes que han azotado a la región por generaciones siguen estando allí», dijo a BBC Mundo la doctora Josefina Coloma, investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de California, Berkeley, y miembro del comité asesor de la OPS.
«Este es el problema de la llamada ‘doble carga’ de dos enfermedades, como dengue y covid-19, que se pueden dar al mismo tiempo, en las mismas personas y en los mismos lugares». Y eso es lo que podría estar ocurriendo en Guayaquil, dice la investigadora.
«No tenemos datos específicos, pero pensamos que tiene que ver con esta doble carga», analiza. «Si ves las tablas epidemiológicas que publica Ecuador, la curva de dengue era muy alta (a principios de año) y de pronto en marzo, cuando empezó el covid-19, (el dengue) bajó a cero. Y no es que haya bajado a cero, sino que el sistema de salud se satura y nadie está realmente siguiendo específicamente los casos de dengue”.
La hipotésis del dengue no es respaldada por no encontrar bases que la sustenten por parte del salubrista Esteban Ortiz, pero sí por el epidemiológo Marco Fornasisi, que encuentra en la suma del dengue y el Covid una “posibilidad muy alta” que explique el alto nivel de mortalidad que explotó en Guayaquil. “Es difícil establecerlo a ciencia cierta, porque no se están haciendo los análisis a los cuerpos de los fallecidos, pero tiene sentido”, nos dice Fornasini.
El 19 de marzo, diario Expreso publicaba que en comparación al 2019, los primeros meses del 2020 trajeron un incremento de casos de dengue del 1000%. Y un año atrás, en marzo de 2019, en La Historia reportábamos la protesta por su despido de 300 trabajadores del Ministerio de Salud que precisamente realizaban fumigaciones para evitar los criaderos de mosquitos. Toda acción trae una consecuencia.
La política y la corrupción
Para el 22 de marzo, los hospitales y las clínicas privadas de Guayaquil ya estaban colapsadas y sin posibilidad alguna de recibir ni un paciente más. Todo estaba lleno y las Emergencias se repletaban con personas que no podían respirar. Habían pasado apenas seis días desde que en la noche del 16 de marzo, el presidente Lenin Moreno anunció el Estado de Excepción, el cierre de fronteras y la suspensión de las jornadas laborales, comenzando oficialmente la cuarentena.
¿Por qué en menos de una semana el sistema de Salud de Guayaquil ya no pudo más? ¿Pudo haber estado mejor preparado el sistema hospitalario? ¿Se pudieron evitar muchas de las muertes que se dieron dentro de las casas de los enfermos, porque no fueron recibidos en ninguna casa de Salud?
Las respuestas que tenemos es que sí era posible hacer mucho mejor las cosas. Y estaba en las manos de las autoridades del gobierno realizarlo.
El coronavirus golpeó más en Guayaquil porque la ciudad ya era víctima, desde años atrás, de otro virus invisible: la corrupción. Tanto era así que apenas un mes antes que ataque la pandemia, el 19 de febrero, el Contralor Pablo Celi declaraba que los hospitales Teodoro Maldonado, Los Ceibos y Guasmo Sur entraban a una vigilancia especial por las irregularidades y malversación de recursos que se cometían en sus contrataciones. Justamente estos tres hospitales fueron los designados por el gobierno para recibir a los enfermos de Covid-19 en esta emergencia y son estos tres hospitales en donde más han fallecido las víctimas del Coronavirus en Guayaquil.
Fue en el Teodoro Maldonado en donde se grabaron videos macabros con cadáveres en fundas negras amontonados en el piso; fue en el hospital del Guasmo en donde se denunció que para encontrar el cuerpo de un fallecido, sus familiares tenían que pagar hasta USD 100 a un “gestor”; fue en el hospital de Los Ceibos en donde a un periodista que agonizaba le robaron su billetera, celular y reloj y hasta después de haber muerto, seguían sacando dinero de su cuenta con la tarjeta de débito que le habían sustraído.
Con los antecedentes que traían estos hospitales, lo que ha pasado durante la pandemia parece una secuela del modus operandi de la corrupción que ya mandaba en su interior.
¿Por qué los hospitales cayeron en administraciones corruptas? Sobre el tema hubo varias denuncias que publicamos en sendos reportajes en La Historia y Periodismo de Investigación.
Después siguió, el 19 de diciembre de 2019, el reportaje “Arroz Verde en la Salud: El reparto de hospitales”, en donde aparecían los nombres de Asambleístas de Manabí y Santo Domingo involucrados en el manejo político de las casas de Salud.
La última parte se subió este año, el 20 de enero, https://periodismodeinvestigacion.com/2020/01/20/la-tragedia-de-los-rios/
Y las publicaciones se quedaron cortas. Luego llegó información de que el mismo sistema de reparto se ejecutó en Guayas, El Oro, Chimborazo y otras provincias.
El gobierno de Lenin Moreno no acepta haber ejecutado ningún reparto. La ministra María Paula Romo nos dijo que “el gobierno no ha repartido ni hospitales ni ninguna otra instancia de gestión. No es la manera en que funcionamos”. Por esos días también se hizo pública una grabación de audio en la que el tío de Romo, Andrés Romo, habla con la gerente del hospital de Tulcán, sobre la adjudicación de contratos. Luego, la misma Gerente llamó a la ministra Romo para informarle de la novedad de la injerencia de su tío.
“El señor Romo no tiene ninguna responsabilidad ni cargo en el gobierno, por lo que no tiene injerencia alguna en las designaciones. Si tiene alguna relación con la señora con la que habla al teléfono, habría que preguntárselo a él”, dijo la ministra a La Historia y Periodismo de Investigación.
El 15 de enero habló Paúl Granda, entonces presidente del directorio del IESS:
“No vamos a permitir que los hospitales sean cuota política de nadie”, declaró.
“Si es que existe un manejo político o un manejo interesado para beneficiarse de uno de nuestros hospitales para adquirir medicamentos a la voz del Carnaval, no lo vamos a permitir. Vamos a proteger hasta el último centavo de los afiliados”, dijo en ese momento Granda, quien tres meses después dejó el cargo en medio de un escándalo por la compra en el IESS con sobreprecios de hasta el 300% de mascarillas N95 en medio de la emergencia por el Coronavirus.
El jefe de Gabinete, Juan Sebastián Roldán, también se refirió al tema del reparto de hospitales el pasado 18 de febrero. Ni lo confirmó ni lo desmintió. “Que yo conozca, no hay reparto. Y si se demuestra, las personas tendrán que responder dentro y fuera del gobierno”.
Pero ese mismo día dijo algo determinante: “Sí hay dinero para medicinas. El problema es que o se va en corrupción o en mala administración”.
Una de las dificultades y freno para el desarrollo que sufre el país es la impunidad que sigue siendo la marca principal del sistema de justicia. Roldán dijo que “si se demuestra” el reparto, alguien tendrá que responder.
El problema es que nadie ha investigado el hecho o se ha tomado el trabajo de tratar de demostrarlo, ni siquiera la Fiscalía a la que han llegado denuncias por parte de la Comisión Anticorrupción. Esa es una queja del ex Coordinador de dicha Comisión, Jorge Rodríguez.
“Lo malo es que hasta la presente fecha, la Fiscalía sigue con la denuncia guardada que hizo la Comisión Anticorrupción en junio del año pasado y no hay un solo proceso que avance para meter presos a los que están metidos en esto y son políticos que desde la Asamblea y desde afuera apoyan a este gobierno”, dijo Rodríguez.
La Fiscal General Diana Salazar, implacable y diligente en el caso #ArrozVerde/Sobornos, en el que ya existe sentencia, no tiene hasta ahora ningún resultado concreto para enseñar del reparto político de hospitales.
Tampoco aceptó hablar con La Historia y Periodismo de Investigación al respecto. Quien sí habló fue una autoridad del gobierno que, a cambio de mantener su nombre en reserva, confirmó que lo del reparto era un hecho cierto, dando detalles y más nombres de involucrados.
Tanta notoriedad ganó el tema que hasta Rafael Correa tuiteó el pasado 23 de abril: “Ahora prioridad es salvar vidas, pero jamás olvidar: Convirtieron sistema de salud en BOTÍN POLÍTICO. Manabí ha tenido en último semestre 5 coordinadores de Salud, respondiendo a cuotas políticas”.
Un público lavado de manos que es rechazado por Julio Villacreses, de la Comisión Anticorrupción de Manabí: “Este es el campeón de los cínicos porque el sistema del reparto como un botín comenzó en su gobierno, él lo instauró y lo continuó Moreno.
Todos los asambleístas a los que se repartieron hospitales, fueron correístas, luego morenistas y ahora ya ni se sabe”.
¿Qué tanto daño ha hecho la corrupción en las circunstancias actuales de emergencia? Jorge Rodríguez lo pone sencillo: “El IESS invierte al año USD 500 millones en medicinas y de eso se roban por lo menos USD 200 millones en sobreprecios. ¿Usted sabe cuántos respiradores pudieron comprarse con ese dinero? ¿Tenemos una idea de cuántas camas más para Cuidados Intensivos pudieron sumarse con esa cifra? La corrupción también mata porque con toda seguridad si no se hubiesen robado esa plata, mucha gente que falleció sin ser atendida estaría hoy viva”.
El problema es que todo nace desde las cabezas del poder, advierte el legislador no querido de CREO, Roberto Gómez, una voz solitaria que denuncia el reparto de la Salud como botín político entre sus colegas.
“¿Quién pone a la ministra Romo? ¿Quién designa a la ministra Andramuño? El presidente Moreno, el mismo que termina felicitando a Paúl Granda por su trabajo en el IESS, cuando este se va en medio de un escándalo de corrupción por la compra de mascarillas”.
No solo actores de la política apuntan a la corrupción como un factor determinante para lo mal que lo hemos pasado. El epidemiólogo Marco Fornasini también tiene una “muy mala impresión del Ministerio de Salud. Creo que es un nido de corrupción tremendo”.
Cómo se manejarían las cosas en ese Ministerio, que el ex asesor presidencial Santiago Cuesta reconoció muy suelto de huesos que él había puesto a la ministra de Salud Catalina Andramuño y que Jhony (Juan Rodríguez Malo), yerno del presidente Lenín Moreno, incidía en el sistema de salud.
La primera cabeza que rodó por el desastre en el manejo de la crisis, fue justamente la de Andramuño. De los trasfondos de la designación de Andramuño no dio detalles Cuesta. Eso no impide que personas entiendan la situación.
La directora de Televisión Catrina Tala lo observa así: “Ningún país estuvo preparado para enfrentar esta pandemia. Ninguno. Pero eso no justifica la precariedad de nuestro sistema de salud, que hace años fue entregado a mafias y sigue en manos de ellas. Se han rifado los hospitales y los responsables siguen fuera. Impunidad total”.
Exceso de confianza
Quien lo declaró a un noticiero internacional a manera de confesión de un pecado venial fue el prefecto del Guayas, Carlos Morales: “Nos confiamos”. A principios de marzo, a nadie se le cruzaba por la mente que Guayaquil sería dos semanas después un protagonista mundial de noticias decadentes. Y es que febrero fue un mes especial, lleno de regresos de viajeros, vacaciones y fiestas de los graduados de los colegios, en grandes salones de 500 o hasta más invitados.
Tan normal era todo que las fiestas de Carnaval de este año, que empezaron el 22 de febrero y continuaron el 23 y 24, tuvieron un gasto elevado -más de USD 3 millones- por parte de municipios en todo el país, para la contratación de artistas que se presentaron al aire libre en grandes espacios, escogidos especialmente para que acudan la mayor cantidad posible de personas. Nadie reparó que para esas mismas fechas, Italia encendió la alerta roja por la llegada del Coronavirus y tomó la medida extrema de suspender el Carnaval de Venecia cuando estaba en pleno desarrollo, una medida que resultó tardía para ellos también si tomamos en cuenta sus números fatales.
La primera alerta con impacto en Ecuador se dio el 29 de febrero cuando la entonces Ministra Catalina Andramuño confirmó el primer caso de contagio de Coronavirus en Ecuador, la denominada Paciente Cero. Fue entonces que las farmacias ese día se abarrotaron de gente que buscaba comprar mascarillas y el Ministerio de Gobierno prohibió los eventos masivos. Pero fue un susto que duró pocas horas.
Las autoridades comenzaron a dar discursos llamando a la tranquilidad y así comenzó marzo, intentando llevar las actividades de la manera más normal posible, como si ningún virus hubiese llegado a la ciudad.
Con esa lógica se autorizó la presencia del público para el partido del 4 de marzo de Copa Libertadores Barcelona-Independiente, al que acudieron casi 20 mil personas.
Fue una medida polémica porque el 29 de febrero el Ministerio de Gobierno había dispuesto lo contrario y se dejó sin efecto la prohibición para Guayaquil.
“El peor virus es el miedo”, sentenció entonces el gobernador del Guayas Pedro Duart. En Italia, los especialistas han dicho que la realización del partido de la Champions Atalanta-Valencia, que se jugó el 19 de febrero en Milán, tuvo los efectos de una “bomba biológica”, al ser señalado como el gran detonante de la pandemia en Italia y España, considerando que los equipos eran de esos países al igual que los hinchas que acudieron al estadio milanés San Siro. En Guayaquil hasta ahora nadie ha dicho lo mismo del partido de Copa Libertadores, pues todos los comentarios se han centrado en el desastroso juego que presentó Barcelona esa noche. Pero la frase del gobernador Duart quedó marcada, aunque ahora él sostiene que “no creo que el partido sea el motivo para que se desprestigie mi trabajo en la Gobernación. Epidemiólogos están trabajando para conocer las verdaderas causas”.
Marzo seguía avanzando y los eventos no se detenían en Guayaquil. El 12 de ese mes se desarrolló uno con casi mil personas en el Teatro Centro de Arte, para escuchar y ver juntos a Jaime Nebot y el jefe del gabinete Juan Sebastián Roldán. El encuentro político tuvo éxito, considerando la asistencia. Y al día siguiente el gobierno decidió finalmente suspender todo acto masivo.
Pero la prohibición quiso ser burlada por mucha gente, reconoce el gobernador Duart, quien el 14 de marzo tuvo que personalmente acudir a cinco matrimonios con cientos de invitados en Samborondón, para terminarles la fiesta. Duart conoce que muchos de los invitados se contagiaron en esas recepciones y algunos murieron.
Para el 18 de marzo, cuando la alcaldesa Cynthia Viteri tomó la decisión radical de invadir con camionetas la pista del aeropuerto de Guayaquil, para impedir el aterrizaje de un avión de Iberia que venía solo con su tripulación, la acción desesperada ya lucía tarde y sin mucho sentido.
La desunión
Justamente la acción arrebatada de la alcaldesa de Guayaquil al cerrar a la fuerza la pista del aeropuerto, fue la primera señal inequívoca de que esta tragedia no serviría para nada al objetivo sensato en estas circunstancias, de que las autoridades de la ciudad, las del gobierno y los políticos nacidos aquí que quieren llegar a la Presidencia -los tres mencionados en encuestas-, se unan con el mismo objetivo: intentar que el fuerte golpe que recibiría Guayaquil, duela lo menos posible. Pues no. Y no fue posible porque ninguno de los que estuvieron llamados a liderar la causa, dio el primer paso en ese sentido.
Las miles de muertes duelen y seguirán doliendo por un largo tiempo, pero las escenas de los políticos, cada uno por su lado, intentando con sus acciones aisladas paliar los estragos de la pandemia y quedar bien al mismo tiempo, molestan, porque esos egoísmos finalmente sí causan daño, al desparramar esfuerzos que unidos podrían ser realmente efectivos y no lo que terminaron siendo, campañas débiles que no estuvieron listas con sus resultados en los momentos más cruentos de la tragedia.
Esa deuda queda pendiente y se une a tantas otras que tienen los políticos con Guayaquil. Y con el país. Nuestros muertos son parte de esta historia, podrán ser expulsados de los registros oficiales, pero no de la memoria y del recuerdo colectivo.